jueves, 24 de abril de 2008

A trescientas sesenta y cinco albas...

A trescientas sesenta y cinco albas de aquel ocaso

de cuando se invita a la presencia a la desaparición

y se imita a la muerte en forma de esbozo.

De cuando se asume la finita existencia

se reconoce en el equívoco

y hasta se sabe uno incapaz de tanto…

Aquellas raíces, las de ida y vuelta,

son las que mantienen rastros

de un pasado vivido…del pasar del alma.

El polvo del camino sobre la platina cabellera

denota el andar que se esboza

tras algún gesto y bajo pliegues,

que dibujan tiempos en la piel.

Cambia el aire, la atmósfera…

hasta los verdes cambian y los ocres,

coexisten con los azules como en todas partes.

Se sigue escurriendo el tiempo

entre monedas…como acto repetido.

El hollín ha caído de tanta lluvia

y la claridad entra por la chimenea de la percepción

a puro antojo…resta solo comprenderla.

El minuto que sigue, escarpado como siempre,

pero en granito firme,

deja a mi capacidad como único obstáculo.

Suaves mesetas que asoman e invitan a la estancia,

seducen al estanco de la brisa en la cara,

un desafío, a las trescientas sesenta y cinco albas.

La realidad se impone

de cuando nos sabemos materia de paso,

de cuando se ha muerto una vez…o tal vez, ya tantas;

que solo amor se acumula, sin valuar pesadas anclas.

La vida cambia sus valores

y las corrientes que fluían en mismo cauce

se hacen en contra, por la sola incomprensión.

El alma, que ya no espera y que tan solo sabe de encuentros,

se hace a la orilla, en donde no hay cauce, ni corrientes, ni pretextos…

tan solo, se vive…

Girola/07

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