A trescientas sesenta y cinco albas de aquel ocaso
de cuando se invita a la presencia a la desaparición
y se imita a la muerte en forma de esbozo.
De cuando se asume la finita existencia
se reconoce en el equívoco
y hasta se sabe uno incapaz de tanto…
Aquellas raíces, las de ida y vuelta,
son las que mantienen rastros
de un pasado vivido…del pasar del alma.
El polvo del camino sobre la platina cabellera
denota el andar que se esboza
tras algún gesto y bajo pliegues,
que dibujan tiempos en la piel.
Cambia el aire, la atmósfera…
hasta los verdes cambian y los ocres,
coexisten con los azules como en todas partes.
Se sigue escurriendo el tiempo
entre monedas…como acto repetido.
El hollín ha caído de tanta lluvia
y la claridad entra por la chimenea de la percepción
a puro antojo…resta solo comprenderla.
El minuto que sigue, escarpado como siempre,
pero en granito firme,
deja a mi capacidad como único obstáculo.
Suaves mesetas que asoman e invitan a la estancia,
seducen al estanco de la brisa en la cara,
un desafío, a las trescientas sesenta y cinco albas.
La realidad se impone
de cuando nos sabemos materia de paso,
de cuando se ha muerto una vez…o tal vez, ya tantas;
que solo amor se acumula, sin valuar pesadas anclas.
La vida cambia sus valores
y las corrientes que fluían en mismo cauce
se hacen en contra, por la sola incomprensión.
El alma, que ya no espera y que tan solo sabe de encuentros,
se hace a la orilla, en donde no hay cauce, ni corrientes, ni pretextos…
tan solo, se vive…
Girola/07
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