martes, 21 de noviembre de 2017

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A mis cincuenta y cinco andadas reconozco que mi revolución ha sido… 


Comprender que el amor no es un sentimiento efímero entre las personas, sino un compromiso pleno con el Universo. 

Que todo está a mi disposición para aprender y que cada qué o quién, es una letra insustituible del abecedario de la comprensión, indispensable para ejecutar aquello que llamamos vida.

Que nada tiene un precio, tan solo un valor que poco tiene que ver con la quimérica moneda y en donde la decisión es la llave del trueque. 

Que la medida de lo que puedo tener es directamente proporcional al espacio que ocupo… así como la dimensión de lo que puedo valer es directamente proporcional a lo que soy. Por ello es eternamente insatisfecho y pobre el que mucho tiene así como inmensamente pleno y rico, quien mucho es.

Que la competitividad es el peor de los males porque es el dinero su premio y que es mentira que por cada uno que gana ha de haber igual cantidad que pierden. Que los niños juegan en lugar de competir y todos siempre ganan. 

A mis cincuenta y cinco andadas reconozco que mi revolución ha sido equivocarme tantas veces como he podido, porque eso que llaman error ha sido siempre, un nuevo comienzo.