Recordar la historia es perpetuarla historia. La historia se transmite sí, pero más con las acciones cotidianas que con el recuerdo.
La historia
asimilada es presente. Cuando a tus actos los conforma tu historia deja de ser
historia y es presente constructivo. Los niños no aprenden de lo que cuentas que
ocurrió, con eso elaboran probabilidades de vida, cuentos propios o fantasías.
Algunos tan solo acumulan datos si es historia técnica. Aprenden de lo que haces,
porque entienden que lo conforma tu historia. Así es que la historia del miedo
prevalece a la historia de la valentía, que por lo general, son historias de
otros que contamos como nuestras... nos apoderamos de valentías ajenas y nos
empoderamos valientes… pero poco tiene que ver con los que somos día a día. Por ello hay tan poco mártir y tanto
cuentacuentos. El cine satisface a los que viven del miedo porque los transporta
a creerse protagonistas de la valentía y
el deporte hace vencedores a los fanáticos seguidores, que son perdedores en lo
diario. Recordar la historia puede ser un engaño si no es presente activo en tu
ser cotidiano.