miércoles, 15 de abril de 2015

De uruguayo...

De uruguayo no tengo más que el color del ceibo pintando las venas que dan forma a mi investidura más preciada.

Las franjas de mi bandera adosadas al iris que abraza mis pupilas y que llevan grabados los soles de la patria y de Carlitos, claro está.

La guitarra negra acompaña cada mateada con la Canaria, o la que tercie, compartiendo alientos con quien extienda su mano.

Al cuzco rabón lo llevo bien atado al zaguán de mis principios, con el Adagio en letanía ya, pero sonoro siempre y acurrucado al desalambrar que sacudiendo telas de araña, sigue dando criollos al tiempo.

De yorugua llevo a mi hermano anexo hasta en el aliento, chivateo al letrista dónde está la muchacha y revuelvo el chimichurri entre murga y murga, con la Pilsen en el garguero y la patricia en la falda…- y es que a la norteña, de chinita la llevo en el alma-

Llevo enjuagada hasta la mortaja con la Salus con gas, me he bañado con Sirte y en el muelle de la Honda, recosté más de un beso que aún hoy hace temblar a la Virgilio que no olvida que lleva a Yepes en su galera.

De uruguayo dejé mi marca en la torre de la isla de las gaviotas antes que la dinamitaran, llevo el frío de los galpones de la Figari y el calor de los amigos con olor a trementina, tinta y barro…y hasta algún gol en el Centenario.

De uruguayo solo tengo la paleta baja del gran Pareja, la boina y el amor al matiz de Dumas y esas ganas de amar el arte hasta la muerte, que solo el vasco Errandonéa podía sacar a los tablones de la ENBA.

El medio y medio del treinta y uno a las doce y media en el mercado del puerto, el cubalibre en el Payaso con copetín antes de ir a Sunset y las seis cuerdas rodeando atardeceres bajando entre las caderas de la viola eterna, que aún hoy canta en mi alma, con sus ojos de mi tierra y su sonrisa eterna con aroma a Adams de menta.

Las dos alas que justifican mi existencia mojan sus almas en el Río de la Plata, del lado que no ensucia el Paraná, claro está.

De uruguayo solo tengo el olor a asado…de obra; el pancho de la pasiva, y el choripan del carro de San José y Magallanes, el chivito de Coimbra, la muzza del subte, el pan con grasa y la galleta dulce.

El olor de las hojas de los cipreses calvos en el otoño, que junto a las de eucalipto, rejuntan las doñas contra el cordón de la vereda en las mañanas de otoño y prenden fuego dibujando un humo que va jugueteando con los rayos del sol que se cuelan entre las ramas de los árboles.

De uruguayo tengo el golpe del garrote en el lomo, el grito del compañero en el agujero del alma, el fusca blanco y negro detrás del hombro, el camello fuera del desierto y el verde que se vendió al destierro.

El Maracanaso, las llamadas, las domas del prado y las tortas fritas.

Podría colmar el éter con motivos que de uruguayo tengo sin llegar jamás a equiparar todos aquellos que tengo de sudaca y tercermundista.

Y como no me canso, repito, para los que aún no han leído, que nací en un barrio al que llaman Montevideo, en la zona de Malvín, que está en el pueblo de la República Oriental del Uruguay, Departamento Sudamericano de un país llamado América Latina, orgullosamente sudaca y fidelizado tercermundista.

Soy de aquello, que pensaron exterminado. Mejorado por diversificado, concienciado y sembrado. De Don José, Hernesto, Pablo, Camilo, Emiliano, Simón, Francisco, Mirta, El Trola, Alejandro, Mario, Eduardo, Pepe …y hasta del Gramo, peón del campo de un amigo. Soy Sudaca y Tercermundista, enamorado de mi gente, del amor de la historia de mi Continente, Poeta, padre de dos soles y un simple Hombre que intenta terminar con tanta mentira e hipocresía y que sabe, que solo intenta.