viernes, 14 de agosto de 2009

El arquitecto

Auguró aquella tarde un alba
mientras la arena alcanzaba sus tobillos
y sus ojos se recreaban en lo que sería
su lugar a su puro antojo, inmerso en un bosque virgen.
Lograba respirar el nuevo espacio
que aparecería tras sus trazos
que libres movían paredes y techos,
inhalando el aroma de sus ansias
de despegar historia de la zuela de su memoria.
Las olas del mar crujían por encima de los grillos
que parecían remontar las dunas para salpicar estrellas.
Y antes de terminarla, sin cerrar puerta que aún no había,
notó que todo aquello lo dejó afuera, y que dentro,
inmortalizó el espacio que dejar pretendía...
Y es que nada nuevo se construye cuando al andar pretendes,
que nadie se pierda, que nada debas, que nada duela...