jueves, 15 de enero de 2009

Las dos zanjas aquellas...

Creo haber muerto ya y de alguna manera, en alguno de los laterales que conforman el camino donde yacen las zanjas…las de aguas fétidas.

Recuerdo de niño, en San Justo, dando mis primeros trazos a la vida junto a mi hermano; aquel asignado primo y reconfigurado hermano… sobre calles aún de tierra, pelota de plástico o goma, generalmente azul o roja y limitados por las zanjas que bordeaban aquellas sendas con sus aguas de origen sospechoso…Había que jugar sin que se asestara a éstas. Intentar evadirlas o saltarlas si necesario fuera, y si la pelota terca caía en ellas, lavarse las manos en el grifo de la zona lavandera, donde yacía el jabón más eficaz, más poderoso quizás. De ello dependía el juego continuo, se diría que hasta el juego limpio de alguna manera, con esas dos zanjas laterales que como campo de entrenamiento, nos preparaban a los caminos de la vida, donde yacen las zanjas…las de aguas fétidas.

Pero nunca llegué a morir en las zanjas aquellas. A pesar que para el hoy, aquel medio llegase a ser foco de epidemias, insalubre, inhabitable o impropio para desarrollar una existencia…yo nunca llegué a morir, en las zanjas aquellas.

Y sin embargo, creo haber muerto ya y de alguna manera, en alguno de los laterales que conforman el camino donde yacen las zanjas éstas…las de aguas fétidas.

Que han encausado arroyos, tapado zanjas y madrigueras, y hasta canalizado las fétidas aguas aquellas… Y dejado sin cauce ni miramientos, en los plasmas de todas las casas a vista de cualquier tuerto…la avaricia, el genocidio, la impunidad brutal de asesinar la honra y la vida misma. En donde muero todos los días y de alguna manera, en eso que se hacen las dos zanjas por las que el camino apesta…las de aguas ya fétidas, de millones de seres que los asesinan, por simplemente haber nacido en la acera aquella…