miércoles, 27 de julio de 2022

Todo comenzó, al menos para mí, aquella mañana...

 Todo comenzó, al menos para mí, aquella mañana de verano del 77. Ese primer lunes de vacaciones liceales en un Montevideo plagado de golpes y gritos que ahogados en estiércol desde los verdes agrios de la ignorancia más absoluta, quedaban ocultos entre bambalinas de sombrillas, cremas y sillas que se preparaban para sus tres meses de playa, sol y blancas arenas.  

_ ¡Marzio las chinelas! 

Era el estandarizado llamado al orden de una madre que  lo sigue intentando. 

_ ¡Vieja, voy a la playa! Para qué llevar chanclas si con el short me sobra, luego no sé dónde dejar las cosas. Vuelvo de tarde…

Y así salíamos un grupo de seis o siete, que esquivando baldosas hirviendo, abrojos y algún vidrio, hacíamos las 4 calles que nos separaban de la playa. 

La consigna primera era llegar temprano para ocupar la cancha de volei que estaba más cerca del agua, que tenía la arena más compacta y estaba más fresca. Habían hecho dos en paralelo a la Rambla, la avenida que recorre todo el litoral montevideano… quedaba solo una. A la que buscábamos, se la había engullido una tormenta, eso dijeron. Una tormenta que fue creciendo y perdura hasta hoy y más aún,  porque ya se ha llevado la única que quedaba…

Era una época en que por una coincidencia de la vida se me juntaron dos conductores al buen saber en un mismo año, un profesor de geografía/astronomía y otro de física. Yo estaba fascinado con todo aquello que descubría con ellos y fue allí que me di cuenta que la enseñanza común que dejaron fue el tomar en cuenta mis propias conclusiones y analizarlas como se hacía en clases… ya recordaría como aplicar lo aprendido. Me senté a mirar la cancha de volei desaparecida, di con mi ubicación geográfica, las fuerzas vectoriales, el peso específico, la rotación de la Tierra… En aquellos días llamaban pesimistas a esas conjeturas…

Hoy despierto en una Andalucía en llamas de incendios nunca vistos que devoran hectáreas de a miles, aguas que engullen chiringuitos y playas completas, déficit hídrico a riesgo de sequía, pandemias que brotan desde las mismas postrimerías de la razón, animales irrumpiendo en las ciudades en busca de agua y alimento,  un Sol que pareciera querer dejar de ser amigo, inundaciones descomunales, erupciones volcánicas terribles, los plásticos envenenando el Planeta… 

Recuerdo a mis dos guías, me siento a mirar y escuchar,  doy con mi ubicación geográfica, las fuerzas vectoriales, el peso específico, la rotación de la Tierra… En aquellos días llamaban pesimistas a esas conjeturas… hoy, con más información acumulada, es vergüenza.