sábado, 10 de agosto de 2013

El humo del agua del mate...

Sube el vapor del agua caliente envolviendo la bombilla del mate que estoy tomando. Cada uno de los rulos que forma me hablan del tiempo que transcurre.
Alguna vez quedo mirando aquella gota de agua, esperando adivinar el momento preciso que dejará el borde del mate y caerá en la yerba. En otra, bebo un sorbo y lo disfruto. Apoyo el mate en la mesa y observo nuevamente los rulos de vapor que suben. 
Y cada vez me doy cuenta, que no alcanzo a disfrutar de ello.
En una tarde de invierno, el vapor del agua caliente subiendo por la bombilla del mate es algo tan sencillamente placentero, que se hace muy sutil, como todo lo demasiado evidente. Para poder disfrutarlo debo abrir mis poros y situarme en la desnudez espiritual que hace que lo esencial se sitúe en lo simple. Ascender a un estado receptivo tal, que despojado de toda piel, pueda trascender lo cotidiano, re-descubrirlo y disfrutarlo como algo único. En este estado me vuelvo vulnerable, receptor universal. Entre el humo y yo, siempre queda la realidad, la crueldad humana, la avaricia, el genocidio, las injusticias; todo aquello que por lo general escondemos detrás de los horarios, los apuros, las ocupaciones…y que siempre en estos momentos logran asesinarme, antes de llegar al vapor del agua caliente del mate, que envuelve la bombilla en el invierno...