Recuerdo cuando me levantaba amando la vida…sin miedos,
porque el miedo es síntoma de duda. Cuando no le agregaba excusas ni
compromisos para darle un sentido y la amaba por ser ella misma. Porque las
esperanzas podían ser quimeras, pero
siempre dejaban lugar a la duda...¿Y si pudiera ser? Así la lucha se
consolidaba válida y necesaria, el camino se hacía inmenso y amable, las desilusiones
encontradas se restaban a las que sabía iba a encontrar y potenciaban la fuerza
de la ilusión, el avance. Una vida de quimeras
que a modo de excusas nos impulsaban a avanzar. Entendí que dos bandos
no era el sistema, que imponer ideas tampoco, que competir era siempre perder
porque dejaba de aprender del otro en la acción sorda de solo ganar lo mío…y
que mi pensamiento tenía la misma validez que el pensamiento ajeno, más allá de
rótulos o autoridades adjudicadas a dedo. El Sol asomaba todas las mañanas pero
no para decirme ¡Sigue mis sobras! Lo hacía mostrándome el Mundo para yo
beberlo. Y así entendí el conocimiento. No satisfacía mi necesidad de
pertenencia, sumaba a mi potencial deductivo. Por ello he andado mucho y con
muchos, y de los muchos los más diversos posibles, porque es la diversidad lo
que enriquece el conocimiento, desde una actitud amable y de entendimiento,
poniéndome hasta en los zapatos ajenos para entender y acumular sentimientos. Y
ya llegando al final, sé que convivir o verlo todo es un imposible, por lo que
supongo que aquello que llevo es con lo que me permito expresar mi sentir. Y ya
la vida no me enamora, solo algunas veces me asombra… Me despierto esperando ver
a mi compañera de camino, a sabiendas que no hay un mañana mejor, tan solo un
ahora absoluto y es esa compañía, elegida, la que transforma lo poco que queda
en lo mucho que aún se puede hacer en el minúsculo espacio de nuestra
existencia… ya la genética decidirá el camino del saber…he aprendido a confiar
en la ascendencia y dudar de la descendencia. Entendí también que las
religiones todas sufren el mismo error imperdonable de prometer paraísos en
lugares inexistentes post mortem, cuando se vive en el único paraíso existente
y por no perder su poder no actualizan y detallan el primer y fundamental
pecado capital: No contaminarás el planeta ni transformarás para tu único beneficio
ningún ecosistema existente. Si lo hicieran…hasta se justificarían y validarían.
No es que se deje de amar la vida, es que se aborrece a la raza humana.