Entendamos que la palabra no genera ideologías tan solo las identifica. Tanto Trump como Castro pueden definirse como revolucionarios desde sus premisas ideológicas, tan válidas para uno como para el otro, cosa que habla de la programación básica del cerebro humano y el condicionamiento de su portador. Impensable sería decir que la revolución abanderada por el revolucionario Trump lleva al pueblo de los estados unidos de Norteamérica a liberarse del sometimiento a las razas inferiores y guiar a su pueblo hacia la autodeterminación de someter, saquear, eliminar y esclavizar a las dichas etnias para poder ejercer la libertad de consumir de manera inconsciente, poseer a modo de patología, competir bajo la normativa de guerra, explotarse a sí mismos bajo el poder del que más tiene, devastar el planeta para mantener el confort... Sería impensable hablar así por más que tenga cabida dentro del concepto revolución porque desde un principio se aplicó a ideologías contrarias a éstas y se programó para una respuesta rápida e irracional, ante la presencia de la palabra revolución, a una masa esclavizada por medio de la formación condicionada. Esto conlleva a hacer el esfuerzo de objetivar y entender que todas las ideologías son igual de válidas en sí mismas y que la libertad de expresión comprende a todas. Que en realidad su permanencia y primacía la determina la esencia cultural y conformación social de cada individuo cuya sumatoria la institucionaliza. Que no es la palabra la que termina a la humanidad, es la voluntad humana que se asigna una palabra. La palabra revolución no revoluciona, es la actitud del revolucionario que acciona al verbo. En sus orígenes ese verbo existía ligado a una acción, por ejemplo: mover se acciona si me muevo. Pero ese concepto basado en la acción directa del ejecutante, hoy día, bajo la forma de virtualidad que conforma la nueva realidad humana, cambia sustancialmente. Me muevo virtualmente, por medio de estimulación sensorial me muevo, me convenzo que me muevo sin ejercer acción alguna de movimiento. Satisfago la acción sin acción. Esto hace, que en el caso de una revolución sea tan participe y válida la acción que la inacción, ambas suman por más contrarias que parezcan. En el caso del revolucionario Trump, la poca acción popular más una masiva inacción popular, conforman una inmensa mayoría. No se es revolucionario por decirlo o por decir serlo, se es revolucionario por hacerlo. La realidad actual es que la palabra masificada en las redes es la nueva moral popular, que dista mucho de la materialización de esa moral, pero satisface la necesidad de revolucionar. Así pués estamos llenos de revolucionarios que con su inacción no hacen más que apoyar a aquellos que creen combatir. A determinar queda, si es una ignorancia colectiva, un sesgo cognitivo mundial inconsciente o una herramienta consciente que nos permite creernos que no somos en esencia aquello que tanto aborrecemos y poder convivir con la acción que cometemos por medio de la materialización de la nada y la revolución que creemos acompañar por medio de la acción virtual...una forma de masturbación de la realización personal.
domingo, 17 de agosto de 2025
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