Confesiones de invierno...

No he decidido mi vida en ser poeta,
y día a día descubro, que es lo único que soy.
Cobijado bajo el no reconocimiento,
dormitaba mi esencia bajo la penumbra
de saberme tan solo un deportista de las letras.
Hoy reconozco, que poco es el reconocimiento
a la forma preconcebida por quién sabe qué,
de vivir en poesía.
Así como nací hombre, nací poeta…
no es una elección, es una
pigmentación del alma.
Y lo soy, hasta en la más consabida mundanidad,
y hasta en donde,
solo la avaricia y las matemáticas,
ejercen un imperialismo absoluto.
Así, en incongruencia con lo ya establecido,
transito sin intención de enarbolar tópicos…
simplemente… es que soy poeta.
Así como tantos son empresarios
y otros tantos profesionales, o insensibles…
Yo soy poeta.
Que no escritor, ni literato, ni excelso novelista,
ni Señor de la rima, o Príncipe de la prosa…
Simplemente poeta.
Un estado o forma, que no profesión pudiera,
que a contra marea en éste océano confuso,
simplemente existe, más allá de toda lógica
o práctica aplicación que le permita un
justificativo de ser, en tan racional vivir.
Lo he comprendido hace poco,
cuando, en donde todos esperan que acumule divisas,
solo encuentro el espacio vacío
de un conducto que se achica
que me asfixia hasta la agonía,
de verme tan ruin y desdichado,
quemando horas por papel inerte
que no me sirve, ni para escribir.
Ante el hoy, no soy nada ni nadie,
tan solo la cantidad suficiente tengo,
y que me esfuerzo por tener,
para que me dejen ser,
en la mayor de las condescendencias sociales,
un ser anónimo.
Algún día terminará esta historia,
si es que la hay.
Y será allí, creo,
cuando ya el tener se haga absurdo
por que no halla en dónde valorarse,
de cuando la materia se ha esparcido,
ya sea por herencia o por simple
volatilidad de la ceniza,
cuando se note, que vivió sin más espacio,
que alguna letra que alumbró madrigueras,
un poeta…que ya se ha ido…
y se lo conozca, por vez primera,
desde sus letras,
que no son otra cosa,
que su única vida…vivida.