Adornado de cipreses, aquel camino,
añoraba lápidas para ser cementerio.
Si bien, todo fin es un comienzo,
solo caída de telón vaticinaba ese sendero.
De destierro tiempo hacía,
subtituló su marcha;
de amputación y renuncia,
pintó cada cornisa de sus laderas.
Era tan solo el comienzo
de un tiempo demorado
por las raíces vivas que a sangre se adentran.
Ni casa ni albergue la primera estancia,
un colchón de debes, inexplicables,
esperaba cubrir de bálsamos,
heridas ajenas, que aún llaga,
me soñaban curandero..,
milagrero barato de vacíos eternos;
que hace de mentida soga,
adhesiva tela de araña prisionera.
El viento se precipitó al naciente,
justo en donde nace la poesía,
y abrió una brecha entre las densas nubes
asomando dos azules…tapiando madrigueras.
Aquella Dama.., sangre, sudor y hembra;
la de hoy, mañana y siempre…
pintó de sonrisa el alba,
me robó de la muerte;
de aquella que asfixia el alma,
de la que calla al poeta por siempre.
Yo ya la amaba…
antes de presentarla el amor,
como su último exponente.
Y yo ya la amaba,
mucho antes de aquel poniente.
Y yo ya la amaba
mucho antes del amor siquiera,
yo ya la amaba.
Y hoy lo se,
al confiarme el tiempo
que desde siempre la esperaba…
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