sábado, 19 de diciembre de 2015

No se qué podrá ser...

No se qué podrá ser
y muchas veces es imperceptible…
Tal vez el muelle pequeño
hasta complicado para andar
con un panel en falta,
traicionero casi escondido,
como el piedrón de Cuero
que anuncia la zambullida del muelle
en la achocolatada agua fría y Honda.
Puede que sea el CUTCSA que no para nunca
o el que nunca pasa en hora, esperada.
Las conversaciones interminables en la parada,
calientes y muertos de frío,
vapores de mate en recelos,
pucho empezado por la de Murfy…
“encendés el pucho y viene el Bondi”.
Tal vez la rambla cuando humedece la frente
que se estampa contra el Panamericano
con el primer cachetazo del sol naciente,
cuando rumbo al centro,
venía atropellado de dejar los nenes,
a medio vascolet y café con leche,
medio bizcocho en el colegio,
aquel García Lorca, los naranjitos,
debajo del Kennedy de Blanca,
el de los asados con Astori,
el flaco aquel, el papá de Pancho.
Tal vez aquel penitente
que nunca asombro a nadie
que ni salto ni acrobacia,
pero que siempre pasaba a verlo
como esperando que creciera
por arte de magia,
a pura garra charrúa tal vez.
No se realmente lo que sea,
la rambla puede ser,
los pescadores de los ingleses,
el pescado del italiano Mario,
los chivitos de Marcos
cuando estaba en Coimbra,
los panchos de la Pasiva,
o tal vez los asados en casa,
la Pilsen del Bate,
los copetines del Payaso.
La costa, el mar abierto,
el aserradero de Richard,
la curva de la muerte
y el puertito del buceo,
a la noche, cuando la tormenta arrecia
y no se ve dentro del coche, empañado.
Puede que hasta la muerte,
el fusca blanco y negro de copete rojo,
que me paraba todas las noches
cuando regresaba de casa de La Gorda,
y saliendo de la vida
todas las noches,
me esperaba siempre la muerte…
los profesores que dejaban de estar,
los que aún están y estarán por siempre,
los amigos que dejaban de aparecer,
la Tristán Narvaja, el obelisco aquella tarde,
la ENBA juntando las litográficas
que usaron como baldosas
los milicos de la dictadura, la redactablanda.
En la Figari con el frío pintando gritos callados,
con Alejandro grabando, con Nelda jugando…
Tal vez algo de aquello o de eso otro.
El Trola que se nos fue sin avisar,
como cuando metía el gol que nos salvaba.
Con el Bola jugando campeonatos de campito
o en el Molino de Pérez…primero juntando castañetas,
luego pintando a besos los amores primeros.
Tal vez la bajada de pasto de la Virgilio,
el Yepes de los caídos en la mar,
el viejo Torres en cada baldosa de mi calle,
Dumas dando vueltas en los árboles del prado
y Miguel Ángel, aún rezongando a Giacoya.
Tal vez mi Lauchi escondiéndose en los roperos
o el Enano tocando la viola como aquel tano de otrora,
o el Jack esperándome siempre tras el portón.
La chiquinita, los panqueques de la Pataia,
la patada al verde o el machetazo del azul…
Muchas veces es imperceptible,
el pequeño terruño al que agrandan
las celestes almas
que como leche hervida
en mi paisito se derraman…
No se qué podrá ser,
pero hay un aroma a sales
que no me quito del alma
ni llorando a secar mis mares…

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