lunes, 14 de diciembre de 2015

Las tres Natalias

Esto que escribo a continuación es real, tan real que me sucedió ayer a la noche, cuando con una amiga de Isabel, Marilú, decidimos ir al cine a ver una película titulada, Techo y comida, protagonizada por Natalia de Molina, nominada al Goya por esa interpretación.

No sabía hasta que comenzó el rodaje, el desdoblamiento que Natalia ejecutaría esa noche con la magia de siempre… de ésta y aquella Natalia, así como de la primera que es mi Hija Natalia, mi Naty, la Lauchi; y aquella otra, la de Molina que también fue la que protagonizó el film, recomendable sin dudarlo pueden ver algo en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=VGCfosPtxeI

El tema es muy común y como acredita el final de la película, en el 2012 unas quinientas cuarenta familias por día eran desahuciadas en España…Y Rocío, el personaje de Natalia fue una de ellas. Ya éste año 2015 las cosas van mejor…hasta junio iban unos 37.608 desahuciados, por eso es un tema común, ocurre todos los días, por más que nadie se entere porqué estamos de rebajas navideñas, ocurre todos los días. Rocío tenía un niño de unos once años, madre soltera sin familia que se ve acorralada en un pueblo de Andalucía, cercada por la crisis, por la incomprensión y el ninguneo general. En un país cuyos mandatarios se jactan de estar dentro de los ocho países más poderosos del Mundo, Natalia, la que hace de Rocío, no consigue trabajo, las prestaciones llegan sin sembrar más que algún viento fresco, es engullida por la ambición de un sistema que la devora sin más. Termina en la calle como las 540 del 2012, 2013, 2014…

Natalia mi hija vive en el tercer Mundo, no es madre soltera y trabaja. No sabe de desahucios, ni propios ni de vecinos o amigos. Es el tercer Mundo y no es un país poderoso…las mentiras salen de sus agujeros. Natalia la otra, la que hace de Rocío, termina en la calle con su hijo pequeño…termina la película, los suspiros se destensan y las miradas húmedas van vaciando la sala…casi vacía…no como la de el ataque en las galaxias 54 que estaba llena…

Los comentarios son evidentes, las sensaciones sabidas, pero quedan allá, en aquella gran pantalla o allá, debajo del tapete de la noble ciudadanía. Hacemos lo que todos hacen, en pleno centro de Málaga, casco antiguo de Málaga nos sentamos en al terraza de un bar lleno de gente, como todos los bares del centro a tomar un refresco, una cerveza o una copa de vino y acompañarlos con algo para comer, tal vez hasta para llenar el vacío que aportaba nuestro rostro.

No se si llegó a mi antes aquella voz, o los ojos acabados de Marilú o las lágrimas de Isabel, no recuerdo, pero aquella voz quebrada, estremecida por la vergüenza que imparte la exclusión, ahondada por la desesperanza comenzó diciendo “Me llamo Natalia, tengo treinta y dos años, soy licenciada en comercio exterior y marketing, hace año y medio que estoy en el paro y hace seis meses que me desahuciaron y vivo bajo el puente…” Las alertas todas sonaron en mi haber y pensé rápidamente, que tal vez fuera una promoción de la película recién vista. Giré mi rostro y la vi, otra Natalia, no aquella que detona todas mis ansias de vivir y que vive en aquel tercer mundo feliz de su vida, tampoco a la otra que hizo de Rocío y quedó tras el telón del fin…era ésta otra Natalia, que estaba aquí en éste país del primer Mundo desahuciada y en el paro. Hablaba en voz alta, desesperada, a la marea de nadies que la rodeaba. “No quiero nada, no pido nada, solo que me escuchen alguien que me entienda. Quiero pedir esperanza, lo que sea. Somos muchos que vivimos bajo el puente y ya no sabemos qué hacer. Queremos trabajo, volver a sentirnos dignos. Estoy estremecida y no creo más en la vida…” Me giré para mirarla y justo dejó de hablar. No la veía entre la gente, no había ningún mendigo y cuando la voz retomó su honda desesperación vi una chica de oficina, una muchacha de bario como las miles que inundaban las terrazas esa noche de sábado, vi una estudiante una universitaria. Vi la soledad, la desesperanza, la derrota, la mirada de la muerta viva, lo que hacen los banqueros y lo que apoyan los políticos…lo vi, estaba allí y no allá en aquella pantalla.

En un acto reflejo hicimos lo que hacen los imbéciles, le dimos lo que más pudimos. Marilú le alcanzó los billetes en un acto casí que inmediato y Natalia le pidió un abrazo. La noche se desmayó contra el cemento que pedía a gritos el alma de las bestias que en esos instantes hacían de payasos televisados en sus debates pre-electorales. Fuimos los únicos imbéciles en ofrecerle lo peor que teníamos, los billetes que no nos cobraría el bar, las mesas estaban llenas de comida y bebida y los lípidos aglutinados y el alcohol alborotado pedía más cosas sobre las mesas. Dentro, la cocina estaría repleta de alimentos que terminarían seguro en la basura esa noche, así como las sobras de las bestias que siempre dejan en los platos en forma de mostrar su capacidad de compra y su discapacidad intelectual. Nadie se levantó, nadie dejó de hablar de las rebajas de navidades, nadie dejó de beber, nadie se hizo alguien y todos siguieron siendo nadies…

Natalia lloraba y cuando Marilú llegó a la mesa dijo: “¿Cómo te llamas?” Marilú quedó algo descompensada y le dijo nuestros nombres. “Gracias, gracias…esto me dará un poco más de fe en que algo bueno aún queda en el ser humano, en que alguna esperanza aún nos queda, gracias, gracias. Lo llevaré en el alma…” No creo siquiera que los haya gastado Natalia esos billetes, tal vez los tenga como talismán de fuerza para poder seguir creyendo en la vida. La gente seguía comiendo y bebiendo, hablando de las rebajas de navidad, su peluquero, cuantos polvos se echan por semana y dónde está mas barata la cerveza…Marilú se desplomó dentro de sus grande ojos llorosos e Isabel bajo sus aguas, entendió que era su País, su lugar, su casa…que no era la pantalla y que también, de alguna forma la desahuciaban a ella de su confianza…yo comencé a hablar cada vez más alto, más dolido, mas con ganas de llenar de cadáveres ya cadáveres la mesas del bar, con ganas de borrar la vida, acabar con la incomprensión y hacer del poder, estiércol para deshecho. Natalia, la primera, la única, explotó en lo más hondo de mi ser en furia defensiva, como seguramente hubiera hecho ella esa noche, la otra, la que hizo de Rocío, pintó de luces el firmamento con su amor de madre y voluntad de vida…y ésta, la que bajó esa noche a la Tierra, sello por siempre el amor ami pecho, el facón en mi diestra y la dignidad en lo más alto de mi bandera. Voy a por las bestias, a por las bestias todas, así cueste mi pluma, mi voz, mi osamenta…por las tres Natalias que confirman los trazos que se almacenan en mi hoguera.