La horizontalidad del horizonte...la playa, el pasar de la gente en su paralelismo con la horizontalidad...una bicicleta impone dos círculos estridentes...horizontales también en su movimiento...y se insertan a la horizontalidad de un paisaje urbano de mar, de costa, de ciudad. El tiempo se alimenta del movimiento y la luz...el resto, está anclado al vacío. En el tiempo universal somos una micronésima y hasta tal vez, un error desestimable. Un niño que juega mientras acompaña a sus padres, rompe el monótono ritmo de la cotidianeidad, se compagina con la esencia universal del caosmos y se despega de los vectores programados, rescatandome de la monotonía. Este antojo sentenciado a desaparecer da humedad a las raíces de mi sentido que busca entender el porqué, si estoy en un trozo de materia que se desplaza a treinta kilómetros por segundo y gira a mil quinientos kilómetros por hora, siento todo tan estático, irreal...Como cuando vamos a ver al sol que sale del horizonte o el balcón de Julieta. Hasta las matemáticas, puede que sean una trampa mortal que se convalida a sí misma, desde el absoluto error de que uno más uno es igual a dos.
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