miércoles, 7 de agosto de 2019

Recuerdo cuando necesitaba algún artículo y salía a la calle, iba hasta el negocio que sabía que tenía, lo elegía, tocaba, hablaba con alguien responsable, probaba… pagaba y me lo traía. Me llevaba una hora y algo de tiempo. Me quejaba del trabajo que ocupaba hacerlo y el tiempo invertido en ello. 
Hoy lo busco por internet lo que quiero en una gestión que dada la cuantía de ofertas lleva un día o más de tiempo entre ver todo y corroborar los datos comparativos. Lo compro no sé dónde ni quién lo vende y casi que ni cómo lo hago, dejando mis datos personales no sé a quién y si la gestión de la tarjeta sale bien y no te la jaquean, espero los días que deba esperar para el envío, cosa que nunca llega a tiempo, o no estoy, o la dirección está mal, o termino yendo a buscarlo a la agencia de entrega luego de estar toda una mañana buscando un número de teléfono, chat o pagina donde hablar con alguien que te informe. Todo esto en una gestión de una semana o más… Lo llamo entrega inmediata y me siento realizado y mejorado en mi calidad de vida… Nunca sé si soy yo el imbécil o estoy infectado ya dentro de ésta pandemia de ceguera viral que coloca la sociedad en un espacio delirante cual espantapájaros psicodélico en pleno campo de batalla del viejo Vietnam.

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