jueves, 11 de octubre de 2018

El saber no...

El saber no presupone sabiduría o una aplicabilidad inteligente de lo sabido en la propia existencia. El ejemplo más claro en la historia es la carta del Cacique Seattle al presidente de los E.E.U.U., en donde le decía que no comprendía cómo podía alguien pretender adueñarse del viento, del aroma de la montaña, del río que fluye… ¿Cómo podía pensar que él podría venderle algo que no podía poseer? Era algo inconcebible. El cacique jamás pudo imaginar encontrar tal grado de ignorancia en un ser humano o grupo humano con un saber específico aplicable tan solo a su ambición material, pero una ignorancia absoluta de sus propias necesidades de sobrevivencia. De hecho, traído a hoy, queda claro que el cacique comprendía ya que se estaba devorando al planeta de forma virósica e irracional. 
Lo que no entra siquiera dentro de las probabilidades de poder ignorar, dentro de las formas de vida inteligentes, es el hecho de saber que no se puede atentar contra aquello que te sustenta la vida porque es atentar contra uno mismo, es la mayor ignorancia del Humano. Queda claro que la acumulación de saber no es directamente proporcional al entendimiento, menos aún cuando el mismo no es el resultado de una inquietud vocacional o emocional de un individuo, lo que equivaldría a decir que sin amor no hay sabiduría. Estamos llenos de Humanos profesionales sin amor, que alcanzaron sus metas materiales por reacción y pura acción de acumulación de bienes. Llenos de Humanos políticos sin amor que solo buscan enriquecerse. Pobres sin amor que solo buscan ser como los ricos. Ricos sin amor que solo quieren multiplicar sus riquezas al precio que sea. Revolucionarios sin amor que solo buscan trascender. Y todos inmersos en la misma ignorancia que explicó ya en su momento el cacique Seattle.

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