jueves, 3 de agosto de 2017

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El otro día leía sobre los coliseos romanos y su función como vía de desahogo de la frustración e impotencia ciudadana ante la opresión del imperio, por medio de la exteriorización de esa “ira contenida” en actitudes psicofísicas (gritos, gestos, cánticos, permisividad momentánea, etc.) a modo de bálsamo domador y formativo de ciudadanos maleables nuevamente que volvían a las calles luego de los eventos (digamos que un partido de fútbol, por ejemplo). Creo que a éstas alturas es algo indiscutible. Espero no tener que esperar mil años para ver cómo se establece un paralelismo entre los coliseos romanos y las redes sociales, donde la imagen en directo se sustituye por las virtuales, pero que en definitiva son grandes coliseos o circos romanos en donde se coloca un sacrificado (noticia, información) para que todo el mundo desahogue su desasosiego existencial con ello (opinión, derecho a opinar, posesión de la verdad, emoticón, etc.). Es un verdadero coliseo romano virtual en donde la gente opina en base a informaciones cuyo origen y validez se desconocen, insultan, agreden las premisas básicas de la tolerancia, opinan y juzgan con total impunidad, etc. … y luego salen a la calle a someterse a los sistemas de los que seguramente despotricaron durante toda la sesión de internet. En lo personal me llama poderosamente la atención como de la noche a la mañana surgen dictadores, asesinos, terroristas… y un sinnúmero de especialistas y conocedores a fondo de la materia. Esto de la impunidad detrás de la pantalla es algo que me fastidia.     

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