martes, 15 de octubre de 2013

Fue al amanecer…
cuando los rosas juegan a engañar a los grises
y las sombras se enderezan detrás de los árboles.
Cuando tan solo bosteza la inocencia del comienzo…
el siempre esperanzador comienzo de otra alba nueva.

Ayer un mirada atravesó la tarde de mis memorias
y sacudió el tímpano mismo de mi cordura.
Hizo, sable en mano, el adiós de mis costas
y amortizó por siempre a las perdidas todas.
Era una miranda de niño,
mestizo niño que miró al blanco que en mí se refleja,
y pude hasta sentir su desconfianza, su temor, su grito de siglos…

Y fue al amanecer
cuando arrodillada sobre el lecho del río
hacía de las magias todas y del amor el cierto,
dando su sangre al agua y más vida al Universo…
en el siempre esperanzador comienzo de otra alba nueva.

El harapo de mi alma
que quedó envuelto en aquella mirada
rebalsó todas las sangres olvidadas.
Se pegó a mi piel la inhumana imagen
de aquellas bestias ignorantes
del monólogo neuronal del oro
artífices del más brutal genocidio jamás conocido.

Y fue al amanecer…
cuando el cocotero se inclinaba para beber del suelo
y silbaba el agua entre los manglares invocando la paz del Universo,
cuando abrías tus ojos al siempre esperanzador comienzo de otra alba nueva…
aquella otra alba del 12 de octubre de 1492.

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