martes, 26 de septiembre de 2017

Vengo de Tegu...

He podido ver la lágrima que ríe,
enjuagarme en su sonrisa,
hamacarme en su aroma a sierra,
guayaba, maíz y palmera.
He comprendido la honra de ser niño aún,
la liviandad de no poseer, el peso del alba nueva,
sorprenderme ante mi olor propio dejando aquel que se repite
y descubrir que la vida aún tiene camino y sentido.
Me reencontré con el valor del agua potable,
la alegría del pan de hoy,
la bondad del abrazo y la voz del niño.
Vi quebrarse mi alma por el peso de los obsequios
donde decían que la pobreza acampaba a sus anchas…
¡Claro que recordé a Ernesto!… ¿cómo no hacerlo?
Al alma de Ernesto, su sonrisa y su viento…
Harto de pólvora que envenena la brisa,
intoxicado de política lítica y pre-lítica,
cansado de recetas de la felicidad encapsulada,
de intelectuales anclados al peso de su propia egolatría…
fui a jugar con los niños aquellos
que lo tienen todo sin poseer nada,
para que repinten mi existir con su promesa de luz,
su fabula interminable, su dignidad, su amor al ahora.
Para que me dieran vida, me dieran una caricia sincera,
un trozo de un caramelo, un abrazo cierto,
un manjar de amor al que llaman almuerzo.
Fui a compartir mi arte y regreso arto de amor compartido.
He podido ver la lágrima que ríe,
enjuagarme en su sonrisa,
hamacarme en su aroma a sierra,
guayaba, maíz y palmera…
redescubrí mi olor propio,
me redescubrí,
aún estaba,
niño aún
soñando al alba nueva
con mis niños de la eterna primavera…

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