sábado, 1 de agosto de 2009

De la palabra

De la palabra he aprendido
no liberar sus alas,
que el viento no reconoce
la flor que pudiera descifrarla.
La palabra profunda, aquella que
se estremece al tocarla,
que lleva más alma que filigrana,
deberá ser al papel
a la espera de quien sepa abrazarla.
El oído es un hueco abierto
de nuestras murallas,
pareciera que como todo ingresa,
debemos estar siempre en defensa
esperando batalla.
El ojo lleva párpados
para proteger la pantalla,
que registra a su tiempo
y al ritmo del alma
el sentir la palabra.
De la palabra he aprendido
a no hablarla...

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