Ayer mirando estrellas
una cabellera ató mi índice
y lo ancló al sordo vacío del pasado...
No había cabello alguno,
al menos entre mis dedos...
cabellos, rulos de caramelo,
besos impregnados de chocolate
y aroma a talco fresco,
que se anclaron a mis dedos...
cuando el tamaño de su mano
no alcanzaba para atrapar mi nariz,
y se conformaron con mi alma,
a la que siguen, aún hoy,
sujetando al amor...
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